Me llamo Eva, soy de Europa del Este y resido en Madrid donde ejerzo como profesional independiente exclusivamente como sumisa.
Mi primer contacto con el bdsm (siglas de bondage, dominación, sumisión y masoquismo) fue en mi vida personal, a través de una pareja que me inició en la sumisión cuando yo tenía 31 años, y esa experiencia cambió mi forma de ver y entender el mundo (no solo el sexual sino de manera global). Compartimos y experimentamos juntos, él como dominante y yo como sumisa.
Todos mis encuentros profesionales se inician a través de un contacto previo escrito por email, WhatsApp o Telegram (nunca atiendo llamadas, muchas veces no puedo informar, casi siempre estoy por la calle) de manera que desde el principio ya vamos sentando acuerdos a modo de precontrato.
En mi experiencia como sumisa me entrego y disfruto del 80% de mis sesiones. El 20% restante no lo disfruto o incluso se llega a interrumpir, es parte de este mundo donde es necesaria una química, una complicidad con el señor (cliente), y que no puede comprarse con dinero. Si no hay conexión, no puedo entrar en ese estado de entrega, hasta el punto incluso de negarme a obedecer. En esos casos el cliente no suele repetir, conocen que no han podido estar a la altura, ellos también se deben esforzar en cumplir su papel y ejecutarlo debidamente.
Yo me implico muchísimo. Es algo personal, por eso solo ejerzo como sumisa y no trabajo ningún otro tipo de acompañamiento. Siento una necesidad atroz y desmedida de ir más allá de mis propios límites. Mi placer no proviene en sí de satisfacer u obedecer, sino que es el medio para obtener un fin superior: experimentar en todas sus capas todas y cada una de las técnicas y posibilidades que este mundo ofrece, de manera que cuando se descubre una acción donde haya una conexión brutal, mi mayor clímax proviene de explotarlo, exprimirlo y expresarlo al máximo.
Cuando la sesión comienza yo desaparezco para dejar paso a eva la sumisa, esa parte de mí que solo desea ser OCSA (obediencia completa, sumisión absoluta). Mi mente vuela, mi pulso se acelera, el único miedo que me embarga es el de defraudar… miedo que se supera en la mayoría de las veces. Cumplir con mi deber de puta, de aguantar el dolor, complacer al señor. Es mi deber, es mi placer. Si surgen marcas son un precioso recuerdo de mi sesión, mi premio, mi recompensa.
En ese sentido, la educación inglesa es mi favorita. Y como indica el título de mi relato, la Historia de O es quien marca mi vida y la de la totalidad de mis clientes.
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